Un sabio dijo una vez: “Antes de aprender a volar antes hay que aprender a andar”. Por lo tanto, si pretendía recorrer Europa en moto con mi novia, antes debía hacer con ella algún viaje a más pequeña escala. Un viaje que ambos disfrutáramos y que me serviría para descubrir y aprender sobre todas esas cosas imprevistas que pueden suceder en un viaje de tan larga duración. Ese tipo de cosas que es preferible que te ocurran en tu país o cerca de casa. Tengo que reconocer que, también, escondía la secreta intención de hacer brotar en mi chica el gusto por la moto. Que mejor manera de hacerlo que en una escapada para descubrir la costa del Algarve Portugués, patria del insigne Infante Don Henrique, la más importante figura del inicio de la era de los Descubrimientos. El cual, estableció su hogar en Sagres en el extremo suroeste de la península Ibérica. Y allí es donde nos dirigíamos.